ferrocarril rado en ella, pensando en cómo le gustaría la puesta en escena”, apunta la directora artística del proyecto, Carla Prat. La escenografía refleja una investigación académica rigurosa del espíritu Kahlo en cuadros, dibujos y bocetos que al cobrar vida recrean su mundo. Así el espectador ve, escucha, entiende, casi palpa por qué y cómo pintaba lo que pintaba. Por qué su vida inspira su obra, y viceversa. El terrible accidente de tráfico con 18 años que le deja secuelas para siem-pre (tremendo ese cuadro de una camilla de hospital, ella de espaldas con la cicatriz sobre la columna), cómo la salva pintar durante su con-valecencia, la pasional y traumática relación con Diego Rivera (“mi segundo accidente”), los animales con características antropomorfas, la mítica Casa Azul donde acogieron al matrimonio Trotsky, estancias en las mecas del arte de EE. UU. y Europa. En París, un Picasso que no solía mostrar admiración por nadie, le dijo a Rivera: “Ni tú ni yo pintamos los ojos que pinta ella”. Y cómo encaró el final, tan joven: “Espero alegre la salida y no volver jamás”. Todas estas claves las cuenta ella misma en fragmentos de su diario y de cartas que dan sentido a los cuadros. “Artista, azteca, baila- El recinto se convierte en una pantalla gigante y continua. No solo se proyectan ampliados cuadros, dibujos y bocetos, también gráficos creados a partir de detalles a veces míni-mos de las obras.