da sentido a bilbao y se PONE EN PIE siempre, por mucho que lo tumben las riadas o la dinamita. por JP Zurdo Si la comparación con los animales sirve para sugerir rasgos de la personalidad, ¿por qué no la comparación con las infraestruc-turas? No será lo mismo identificarse con un dique que con un puente, por ejemplo. Ser un puente indica disposición al servicio, sociabilidad, con-ciliación de las orillas. También consistencia, capacidad de supe-rar obstáculos. Como el Puente de San Antón, tan antiguo que su primera versión pudo ser anterior a la propia existencia de Bil-bao. Durante siglos, único y crítico paso entre el puerto y las redes comerciales tierra adentro. Tantas veces lo arrasan las riadas como lo resucitan los bilbaínos. A finales del XIX se sustituye por otro más resistente, pero vue-la dinamitado en la Guerra Civil. Solo un año después, en 1938, lo ha reconstruido entero un equipo dirigido por José Entrecanales Ibarra, que aprovecha su experiencia en cimentación, hormigón y armadu-ras metálicas para abaratar y agilizar al ahorrarse las cimbras. El puente es como es porque quiere recordar a su mítico pre-decesor medieval —el del escudo de Bilbao— con sus dos grandes arcos, y porque debe asegurar el gálibo para el trajín industrial del río Nervión, además de mantener el plano por donde transite un tranvía. Necesidad, madre del ingenio: se construyó en dos mitades longitudinales, primero una y después la otra, como dos carriles, para permitir durante toda la obra la disposición al servicio, la socia-bilidad y la conciliación de las orillas.