“Es una opción respetuosa con el medio ambiente y neutra en carbono si emplea energía de origen renovable, también un modelo de circularidad”, coincide Fernando Cortabitarte. De hecho, el proceso de ósmosis inversa en la compañía genera 6,5 veces menos emisiones de CO2 que las soluciones de desalación convencionales y permite potabilizar 1.000 litros con un coste equivalente al de una botella de cinco litros en el supermercado, apunta el experto. “Para desalar esa cantidad, utilizamos la misma energía que el aire acondicionado de una casa durante una hora”. Además, la curva de la eficiencia y del coste energéticos tiende a reducirse progresivamente: “Los precios de la energía en desa-lación han mejorado y seguirán cayendo, ya estamos en consu-mos por debajo de tres kilovatios hora por metro cúbico. Siempre es mejor pagar ese precio que carecer del recurso, porque el agua más cara es la que no se tiene”, añade. en condiciones extremas Ese proceso de inversión, innovación y operación en infraestruc-turas para entornos climáticos extremos —desde el desierto de Atacama y Oriente Próximo a la España seca— ofrece a la compañía una experiencia adaptada a necesidades masivas y tipos de agua muy diferentes para optimizar su servicio en cualquier latitud. De hecho, es la empresa que más capacidad desaladora por ósmosis inversa ha instalado entre 2011 y 2021 en todo el mundo “para proveer una de las soluciones con mayor potencial, aunque no sea la única, a la hora de generar nueva agua”, apunta Cortabitarte. Es decir, suma a ese pequeño 2% de agua dulce en estado natural una cantidad creciente de recurso que permita preservarlo precisa-mente cuando es más necesario que nunca para la vida. CUANDO UN RESIDUO SE CONVIERTE EN UN FILÓN Izquierda, instalación de Beckton en el estuario del Támesis; ha recibido premios al proyecto más sostenible y a la mejor planta desaladora. Derecha, desaladora de Torrevieja (Alicante), aborda el déficit de agua para riego agrícola y consumo humano en una zona muy poblada. El tratamiento de la salmuera —el subproducto de la des-alación— por la compañía ha logrado mermar su impacto mediante vertidos a larga distancia de la línea costera en entornos controlados. Pero un nuevo proceso promete re-ducir casi a cero esa huella al aprovechar los contenidos de minerales y metales estratégicos como magnesio, boro, litio, escandio, indio, vanadio, galio, rubidio o molibdeno, entre otros. Su desarrollo en este proceso se alinea con proyectos europeos como Sea4Value, cuyo objetivo es “convertir las plantas de desalinización de agua marina en minas de materias primas” mediante tecnologías de cris-talización, separación y concentración. “La recuperación de metales de aguas residuales y sal-muera podría aumentar las existencias de esas materias, aunque son necesarias más información y orientación so-bre qué metales priorizar, o cómo de factibles tecnológica y económicamente son los procesos de extracción”, re-conoce la Universidad de Yale. Los investigadores apues-tan por los más escasos y vitales para industrias básicas como las renovables, por ejemplo litio, cobalto, galio y va-nadio. Hablamos de un nuevo factor circular: las desala-doras se alimentan de renovables —lo que reduce su cos-te— y al final de la cadena producen metales integrados en esas mismas instalaciones renovables.