Aquellos griegos de curiosidad científica que intuyeron el origen marino de la vida, se interrogaron sobre la paradoja de que casi toda el agua pla-netaria sea salobre. Que esa vida, al menos la terrestre, no la pueda filtrar. Hasta 1872 no se materializa el sueño aristotélico en la primera ins-talación capaz de desalinizar agua, usando el calor solar, de unos pozos en el desierto chileno de Atacama. Después de la II Guerra Mundial se construyen las primeras plantas industriales que evaporan median-te grandes cantidades de energía térmica. Mediados los años sesenta se produ-ce otro salto tecnológico, nacen las membranas de ósmosis inversa, el sistema más eficiente, sostenible y económico conocido. Alberto Garrido, director del Observatorio del Agua de la Fundación Botín, sintetiza el cómo funciona: “El agua salada se pasa a muy alta presión por una membrana osmótica que separa el H2O de los componentes químicos disueltos, entre ellos el cloruro sódico”. Pero lo importante es el para qué funciona. Junto con la reutilización, la ósmosis inversa se confirma como una de las grandes esperanzas para afrontar varios desafíos simultáneos: luchar contra el estrés hídrico que avanza con el calentamiento global, al mismo tiempo garantizar el suministro a una población creciente, y cerrar el círcu-lo descarbonizando la economía para frenar el cambio climático que agrava la escasez de agua, explica Fernando Cortabitarte, director del Ciclo del Agua en ACCIONA. El directivo habla desde el conoci-miento de causa de una compañía de referencia en I+D, mejora de la calidad, reducción del impacto ambiental y salto de escala produc- hoy, unos 2.200 millones de seres humanos no tienen acceso a un suministro seguro de agua de calidad AGUA AGUA DULCE PARA COMER AGUA DULCE PARA COMER Existe una relación obvia entre ósmosis inversa y el Objetivo de Desarrollo Sostenible 6 de la ONU: garantizar la disponibilidad de agua de calidad y su gestión sostenible. Pero también empieza a consolidarse su relación con el ODS 2, que aspira al hambre cero a través de la seguridad alimentaria. ¿Cómo? El agua desalada se convierte en agua para comer mediante un proceso especia-lizado en riego de cultivos y encaja de forma natural con la acti-vidad agrícola intensiva, que optimiza la producción con el míni-mo consumo tanto de espacio como de riego. Así se convierte en aliada de un sector primario que algunas voces empiezan a considerar terciario, es decir, como un servicio clave para la eco-nomía sostenible y la salud ambiental. “La desalación con fines agrícolas es una gran alternativa para un suministro previsible, disponible en un corto espacio de tiempo, de tres a cinco años, y a precios estables, lo que permite planificar a largo plazo las inversiones en ese sector vital”, apunta Fernando Cortabitarte, director del Ciclo del Agua.