el arquitecto más influyente del último medio siglo dibuja sin cesar. la vida es un trazo. su último lienzo, un edificio que producía energía fósil convertido en icono verde. Norman FosterFUNDADOR Y PRESIDENTE EJECUTIVO de foster + partners “La sostenibilidad es compatible con una buena calidad de vida” ¿Puede la arquitectura tener un efecto transformador en el ámbito urbano? Sí, sin duda. Pero la infraestructura de una ciudad es incluso más importante que la arquitectura de los edificios por separado. Se trata de espacios públicos, bulevares, plazas, parques, puentes y red de me-tro. En conjunto, es el pegamento urbano que une los edificios y determina el ADN, la identidad de una ciudad. Ombú, con su generoso patio y sus verdes jardines, di-fumina deliberadamente los límites entre lo público y lo privado, comprometiéndose socialmente con los barrios de los que for-ma parte. ¿Cómo puede preservarse el espíritu original, que el arquitecto concibió hace más de un siglo, e integrarlo con la vanguardia? El edificio sostenible por excelencia es aquel que se puede reciclar para nuevos usos en vez de demolerlo y construir uno nuevo. Detrás de Ombú hay una buena historia de transformación desde antigua fábrica de gas fósil al más verde de los edi-ficios. La esencia de la arquitectura históri-ca, su espíritu, se ha mantenido mediante una restauración sensata de la estructura y del entramado originales. Parece que la mayoría de empresas quieren calidades similares en sus lugares de trabajo: ventilación y luz naturales, integrarse con la naturaleza... Hace algún tiempo ya sugerí que la sosteni-bilidad trata de supervivencia, no de moda, y creo que es compatible con una buena calidad de vida. Trabajar con la naturaleza para fomentar el aire libre, la luz solar, la ve-getación y las vistas es un enfoque que he liderado con otros colegas durante décadas. La pandemia ha magnificado este concepto, y es probable que este tipo de edificios se convierta en la corriente dominante en vez de ser algo marginal promovido por mece-nas progresistas. Ombú es la encarnación de estas tendencias. ¿Cómo han afectado el cambio climático y la pandemia a la arquitectura? Como resumo en la pregunta anterior, la pandemia ha exagerado tendencias que ya estaban de manifiesto. El Acuerdo de París intentaba limitar el aumento de las tem-peraturas en más de 2˚C, luego se rebajó a 1,5˚C. El sector de la construcción es res-ponsable de más del 40% de las emisiones de carbono globales y, como arquitectos, necesitamos influir en aquellos que en-cargan los edificios y en otros actores in-teresados para que ayuden a combatir el cambio climático. Hemos trabajado codo con codo con ACCIONA, que es comprensi-va, para asegurar que los diseños de Ombú respetan el Acuerdo de París. Se presen-tó hace poco como un caso práctico en la COP26 de Glasgow para ejemplificar el enfoque de este reto: el seguimiento con-tinuo de la huella de carbono del proyec-to ha conformado el proceso de diseño e influido en las decisiones de ese diseño de principio a fin, como preservar más de 10.000 toneladas de ladrillos originales, reutilizar las estructuras de acero e insta-lar una serie de nuevas plantas de oficinas fabricadas de madera laminada dentro del espacio existente. Estas decisiones han ayudado a conseguir un 35 % menos de emisiones de carbono operativas que en otros proyectos. Si lo contextualizamos en términos de planeta, el resultado es apro-ximadamente igual a uno. Esto significa que las emisiones de carbono de Ombú serán absorbidas por la Tierra. Ombú está hecho con grandes ventanas, madera y piedra, básicamente los elementos con los que se erigían las catedrales del siglo XII... Los almacenes industriales eran, en mu-chos aspectos, las modernas catedrales de la época tras la Revolución Industrial. Esencialmente, se enfrentaban a retos técnicos de diseño que conducían a solu-ciones con muchos rasgos comunes, como grandes vanos, la importancia de introdu-cir luz natural en el espacio y una estruc-tura robusta. A menudo se construían con materiales de origen local. En Ombú, los sólidos cimientos de piedra, los pesados muros de carga de ladrillo, las generosas aperturas arqueadas para dejar entrar la luz y la ligera cubierta de madera para crear un tejado a dos aguas se ajustaban al fin industrial del edificio. Siempre he creído que, para mirar hacia el futuro, primero hay que mirar al pasado. © Frederic Aranda