calidad de red y de aguas en el primer gran plan de suministro a la bahía. por JP Zurdo La sequedad del terreno, el calor del niño, el sol gaditano, el calibre de las tuberías, la profundidad de la zanja. Y la rela-ción entre todos estos elementos. Cuando se toma esta imagen, el 12 de agosto de 1949, habían pasado 75 años y 32 días desde el estreno de la primera traída moderna de aguas públicas a Cádiz ciudad. Las crónicas de la época hablan de vivas a la madre del gobernador civil, de progreso —agua gratis en fuentes en vez de pagada a los aguadores— y de problemas de sumi-nistro por las frecuentes roturas de las cañerías. La obra de la foto, a las afueras de San Fernando, supone un salto de escala respecto a aquel precedente porque no solo surte a la capital, también a poblaciones importantes en la bahía y alrededores, cuyo crecimiento se veía limitado por la falta del recurso más básico. Esa magnitud explica que el proyecto se prolongue por enci-ma de una década. La ingeniería de Entrecanales y Távora también ante-pone la calidad a la prisa: entierra los enormes tubos a, como mínimo, un metro de profundidad para mantener la pureza del agua a salvo del calor en superficie. Selec-ciona tres tipos de materiales resistentes e impermea-bles —fundición, fibrocemento y hormigón armado—, que evitan toda contaminación exterior, soportan las presiones variables según el trazado, facilitan su fabrica-ción industrial cercana, que además de más barata crea riqueza local, y previenen averías como las de sus ante-pasadas de 1874.